Si la computadora explotaba, entonces su rastro terminaría ahí.
Sin embargo, ninguno de ellos tenía la solución a esto, ¿quién podría resolver el problema en menos de un minuto?
—¡Maldita sea, más vale que lo intente, ya que no hay nada que perder! —exclamó Xinghe saltando de nuevo a la silla y empezó a operar la computadora. Todos entendían lo que intentaba hacer; su objetivo era destruir el programa de autodestrucción en menos de un minuto. Sin embargo, ¿era eso posible?
Incluso Xinghe no tenía la respuesta a esa pregunta, sólo sabía que no podía rendirse hasta el último segundo. No podía quedarse ahí y permitir que su duro trabajo les fuese quitado de esa forma. Aunque el resultado fuese un fracaso, ella lo daría todo...