Deqing volvió a estallar pensando en cómo la reticencia de este niño a decir la verdad le causó la pérdida de una buena semilla.
—Joven Amo, ¡no podemos mantener a este niño por más tiempo! Podría recaer incluso si es que es sanado, deberíamos... —dijo Deqing dibujando un corte cruzando su garganta.
—¿El Tío Huang siempre se ocupa de estas semillas arruinadas con tanta facilidad? —preguntó He Bin bajando su mirada para evitar mostrar a Deqing la frialdad que había en ella.
Deqing asintió con arrogancia.
—Naturalmente, no tenemos tiempo para cuidar a todos estos niños. Si ya no nos sirven para nada, ¿por qué deberíamos continuar desperdiciando tiempo y recursos en ellos?.
—Pero, ¿no sería un gran desperdicio, en caso de que...