Ella era una mujer que conocía su propia mente y fijaba sus propias metas, una mujer que no quería ni necesitaba depender de los demás. Si lo hiciera, no sería Xia Xinghe. Él entendía que, desde muchos puntos de vista, ella era más responsable que el hombre común. Su orgullo no era menor que el de los demás.
Por supuesto, ella no se quedaría sentada pacientemente y dejar que él se encargara de todo. Ella no dejaría su propio destino en manos de otras personas. Incluso si esa otra persona era él. Ni siquiera Dios podía dictar su destino, mucho menos él....
Él entendía plenamente a Xinghe porque era su alma gemela. La apreciaba, pero sobre todo la respetaba, por eso tomó una decisión luego de un latido o dos.
—Está bien, puedes venir conmigo. Te apoyaré en cada uno de tus esfuerzos.
Xinghe no esperaba que cediera tan fácilmente. Ella insistió,¿No temes que las cosas vayan a ser difíciles para la familia Xi después de que me vaya?
Mubai se rió.