Todas estas razones significaban que Mubai no podía mantenerse alejado de este problema. En todo caso, significaba que tenía que dar lo mejor de sí mismo o se acabaría para la familia Xi.
…
Xinghe por fin se despertó cuando cayó la noche. Lo primero que vio fue a Mubai sentado en el sofá contra la pared, leyendo algunos documentos con extrema atención. La única luz en la habitación provenía de un candelabro de pared sobre él. La luz era suave y no áspera a los ojos. Revolvió los papeles con cautela, con cuidado de no despertarla. Xinghe no pudo evitar sentirse atraída por sus rasgos esculpidos.
—¿Estás despierta?
Mubai levantó los ojos sintiendo la mirada de ella sobre él. Al instante, una brillante sonrisa apareció en su rostro.
El corazón de Xinghe dio un vuelco. Tenía que admitir que el aspecto de Mubai era... exquisito.
Xinghe se levantó y preguntó en voz baja: —¿Qué hora es?
—Nueve de la noche.