Como era de esperar, Lin Lin se acobardó ante la amenaza de Mubai.
El pequeño hizo un gesto y refunfuñó: —Está bien, entonces. No la molestaré ahora, pero recuerda decirle que iré a visitarla cuando se sienta mejor.
—Tienes mi palabra.
—También, dale esto.
Lin Lin sacó un trozo de chocolate y se lo pasó a Mubai. —Este es mi bocadillo favorito. Es muy bueno. Comer uno siempre me hace sentir mejor, así que estoy seguro de que hará lo mismo por ella.
—Bien.
Mubai aceptó el chocolate con una amable sonrisa y se volvió para mirar a Xinghe. Vio un destello de dulzura cruzar sus ojos.
—Entonces... adiós.
El pequeño se dio la vuelta para irse.
Xinghe vio cómo su hijo se alejaba y la melancolía roía su corazón. Ni siquiera dijo una palabra durante el breve encuentro. No quería asustar al niño.
—Esto es para ti —Mubai le pasó el chocolate y le explicó con calma—: No creo que sea prudente meterlo en esto, sólo lo confundirá.