—Joven Señora, por favor coopere o tendremos que usar drogas.
Los ojos de Xinghe temblaron y luego de deliberar, decidió que era en su mejor interés cooperar por ahora.
La Tía Ding y los guardaespaldas asintieron satisfactoriamente. La llevaron fuera de su habitación yendo hacia el ascensor.
El momento en que dejó la habitación, se dio cuenta de que estaba en el Primer Hospital.
En el camino se cruzaron con muchos doctores, enfermeras, pacientes y visitantes. No le prestaron mayor atención, a lo más detenían la mirada por unos pocos segundos antes de continuar.
Una mujer en silla de ruedas no era nada extraordinario en el hospital.
Sin embargo, cada célula en el cuerpo de Xinghe estaba gritando que algo estaba totalmente fuera de lo común.
Desde que había despertado, Xinghe podía sentir que algo era diferente, fuera de lugar, pero sin importar cuán duro intentara descifrar qué era, no podía.