En conclusión, Ruobing no se sentía para nada amenazada por la aparición de Xinghe, tanto, que ya no se dignó a mantener su fachada.
Al momento en que vio a Xinghe, una sonrisa engreída apareció en su cara.
—Xia Xinghe, estoy impresionada de que tu aún tengas las agallas de mostrar tu cara acá. ¿No sabes que el éxito ya es mío?
—¿Éxito?... ¿Tú? No me hagas reír —se burló Xinghe.
Ruobing no actuó cortésmente, por lo que no había razón para que Xinghe fuera educada con ella.
Ruobing resopló enojada.
—¡Cómo te atreves a faltarme el respeto, porque voy a gobernar sobre este laboratorio con MI diseño! Mi producto está casi completo, por lo que eso significa que tú ya perdiste.
Xinghe levantó sus cejas con condescendencia.
—Perdón, pero mi respeto está reservado para seres humanos solamente, no para una escoria como tú, una escoria ladrona además.
—Tú…
El rostro de Ruobing estaba rojo con furia.