—Nosotros, Chui Corps, nunca perderemos —dijo confiadamente Chui Ming, tocando su propio cuerno.
Xinghe comentó con una sonrisa: —Chui Ming, ¿estás seguro de que quieres presumir acerca de eso? Solo te llevará a mayor humillación después. Bueno, si estás tan confiado, ¿te atreves a complacerme con una apuesta? Si tu pierdes, quiero que admitas abiertamente a esta sala que tú, Chui Ming, perdiste.
Chui Ming tosió. No era que no aceptara el desafío, pero el castigo que había forjado Xinghe era su punto débil.
Chui Ming veía su imagen como algo más importante que su propia vida.
Él castigaba a cualquiera que se atreviese a hacerlo quedar mal. Por lo tanto, la apuesta que ofrecía Xinghe era peor que pedirle que se suicidara.
Aunque estaba seguro de que no perdería, pero en la posibilidad remota de que lo hiciera…¿Podía realmente hacerlo delante de tantos de sus pares?