Esa noche.
En la sala de estar.
Dong Shanshan apartó la vista de la computadora y sonrió.
—Esta vez, eres famoso.
—No soy así de famoso —respondió con naturalidad, dijo—: Al final, todavía tenemos que ver cómo funciona mi programa.
Dong Shanshan hizo un no con su dedo. Sus uñas de cristal se balanceaban a diestra y siniestra delante de él. La luz reflejada parpadeaba en sus ojos.