La sombra roja diabólica ardía en los ojos de los jóvenes y el hedor acre de la sangre les picaba la nariz. Los cuerpos de los tres maestros cayeron ante sus ojos, mientras que Gu Ying, que acababa de matarlos, se quedó de pie con indiferencia a un lado, con una sonrisa diabólica en sus labios.
Cuando cayó el chorro de sangre, Gu Ying se quedó cerca, dejando que la cálida lluvia escarlata cayera sobre él. Se quedó allí sonriendo, su sonrisa llena de euforia. Sus ojos no mostraban un solo tinte de lástima o simpatía, ¡pero estaba lleno de la prisa que disfrutaba de la matanza sin sentido que le dio!
—Si alguien se niega a ir, terminará igual que ellos. —Gu Ying dijo con la cabeza inclinada hacia un lado y mostrando una sonrisa brillante a todos los jóvenes asombrados que estaban frente a él.
