Qu Wen Hao lloró mientras suplicaba. No había nada más en lo que pudiera confiar. Su rostro estaba mortalmente pálido, sus ojos inyectados en sangre, no parecía ni un poco tan firme y refinado como Jun Wu Xie había visto ese día fuera de las Cámaras de las Nubes Celestiales. Los mechones de pelo de su sien se habían soltado y colgaban sueltos, haciéndole parecer más desgastado y miserable, su espalda siempre recta ahora doblada, todo por su hija.
Jun Wu Xie miró fríamente la triste figura de Qu Wen Hao, y ni una sola onda de emoción se mostró en sus ojos.
"Te lo ruego, ayúdame..... Mientras estés dispuesto a ayudar, puedes tener lo que quieras..... Mi propia vida, todo lo que poseo, puedo dártelo todo". Qu Wen Hao gritó en voz alta, con su mano cubriéndose la cara.
Sabía que después de todo lo que había hecho hoy, nunca sería capaz de ganar el perdón de Jun Xie. Pero para Qu Ling Yue, no podía dejar de luchar por este último trozo de esperanza.