El campo era vasto y pacífico.
Hao Ren y Su Han estaban en alerta por los extraños insectos que pudieran salir del suelo mientras se dirigían directamente hacia el centro, confiando en sus instintos.
Los Nueve Palacios Dragón eran tan grandes como una ciudad gigantesca. Cuando observaron a su alrededor, solo vieron las flores silvestres y el pasto, pero ninguna criatura se movía.
Si quedaban atrapados dentro de los Nueve Palacios Dragón, era probable que no murieran de hambre, pero sentirían una soledad e impotencia inmensa.
La leyenda decía que el mundo comenzó con tan solo un hombre y una mujer.
Hao Ren y Su Han continuaron caminando en este vasto pastizal durante horas.
—Nos perdimos, ¿verdad? —preguntó Hao Ren mirando a Su Han.
—¡No! —dijo Su Han con confianza.
Cada media hora colocarían un ancho y alto palo de madera como una marca, para evitar perderse y caminar en círculos.
