Lobo Negro había sido retirado del lugar.
Sin embargo, la sangre seguía saliendo a chorros de las heridas de Hao Ren de forma imparable.
—Abuela —murmuró Xie Yujia mientras miraba al cielo. Entonces ayudó a Hao Ren a ponerse de pie y preguntó—: ¿Cómo te sientes?
—La sangre sale a chorros como si fuera gratis —dijo Hao Ren con una amarga sonrisa.
Zeng Yitao, quien estaba a poca distancia de ellos, tomó su Lanza Dorada del Dragón Enrollado, pero tuvo miedo de agitarla.
—No te muevas Hao Ren. Déjame intentar algo…—dijo Xie Yujia cubriendo la herida en la mano de Hao Ren con su mano derecha.
La Nota Dharma dorada sobre su palma comenzó a rotar despacio.
Entonces, ¡increíblemente la herida se encogió!
Todo se curó como si no hubiera pasado nada.
La única cosa que podría comprobar la existencia de una herida grave era el agujero en su camisa.
—Esto…—musitó Hao Ren, mirando a Xie Yujia impactado.