Como una ciudad ancestral, los gigantescos Nueve Palacios Dragón flotaban entre las nubes.
A su alrededor no había formaciones de matriz magníficas, ni rayos de luces de siete colores. Sin embargo, destellos de centellas negras rebotaban a su alrededor, demostrando que estaba lleno de energía.
Hao Ren se frotó los ojos para asegurarse de que no se tratase de una ilusión. Entonces, miró a su alrededor y descubrió que las otras personas dentro del autobús estaban todas ocupadas en sus propios asuntos: chateando, escribiendo o escuchando música, ignorando por completo la "ciudad ancestral" en el cielo.
Sobre las calles, la gente aceleraba sus pasos por temor a que la lluvia cayera en cualquier momento. Algunos tenían paraguas y otros cargaban con bolsas, pero nadie miraba hacia arriba.