—Vino cuando recogía los lotos de nieve —dijo Hao Ren.
—Oh…—respondió Zhao Yanzi mientras se mordía el labio y observaba al león de las nieves frente a ella.
Con sus grandes y redondos ojos, el león de las nieves observó también a Zhao Yanzi, que estaba sentada en el escalón.
—Todavía no tiene nombre —dijo Hao Ren.
Zhao Yanzi miró a Hao Ren antes de volver la mirada al león de las nieves, y dijo—: Llámalo Blanquita.
Con los ojos aún húmedos y la nariz roja todavía, ella era la imagen del abatimiento.
—¡Blanquita! —exclamó Hao Ren mientras le aplaudía al león de las nieves.
Escuchando las palabras de Hao Ren, el león de las nieves se levantó de inmediato de donde se había sentado antes de subir a brinquitos las escaleras.
Luego, saltó a los brazos de Hao Ren. Mientras estaba en el aire, cambió de su forma de un metro a la del tamaño de dos palmas.