La pata del Señor Perro aterrizó suavemente sobre el cráneo del gigante. ¡Y así explotó en un instante el cuerpo de tres metros y el enorme cráneo!
Un sentido de injusticia apareció en los ojos del gigante al enfrentarse a la muerte inmediata. ¡Se rehusaba a resignarse a su trágico destino y destruiría todo lo que cayera en sus manos!
¡No aceptaría que su vida terminara de esta manera sin dar pelea!
La pata del perro lo aplastaba con una fuerza que podía aplastar los cielos y la tierra, por lo que era imposible para el gigante resistir la inmensa presión aunque quisiera. Si siguiera en el punto más fuerte de su vida, de ninguna manera sería humillado por un perro.
Ardía de furia mientras tosía sangre. No obstante, casi de inmediato, su mente se puso en blanco y su cuerpo entero se derrumbó, haciéndose pedazos en el suelo.
¡Roar!