La pagoda de carne atesorada era tan hermosa como una pintura.
Bu Fang se secó las manos. Luego de exhalar suavemente, admiró su pagoda de carne atesorada terminada.
Debajo de la luz, la pagoda de carne atesorada dorada emitía un resplandor que era extremadamente deslumbrante y cautivador.
El caldo de color lechoso en la base ayudaba a imitar la imagen de una solitaria pagoda majestuosa elevándose en el centro de un lago, rodeado por imponentes montañas.
El aura de la energía espiritual brotaba de los ingredientes espirituales mientras un suave vapor se elevaba desde el caldo blanco lechoso. Cuando los dos se combinaban, se creaba una tenue luz, ocultando parcialmente la vista de la pagoda de carne atesorada.
Bu Fang puso su rostro justo frente al plato y olfateó profundamente. Instantáneamente, un denso aroma llegó hasta su nariz, estimulando sus papilas gustativas y haciendo que sus cejas temblaran involuntariamente.
