Bu Fang abrió los ojos y se reincorporó repentinamente. Se frotó los ojos adormecidos y bostezó.
Después de lavarse la cara y de enjuagarse la boca, Bu Fang salió de su habitación. La habitación de invitados estaba, como de costumbre, cerrada herméticamente.
Bajando las escaleras, Bu Fang llegó a la cocina. Se veía igual que siempre, sin una sola mota de polvo. Estaba limpio hasta el punto de hacer que cualquiera se sintiera extremadamente cómodo con solo mirarlo. Le dio unas palmaditas a la rechoncha panza de Whitey y torció las comisuras de su boca. Su estado de ánimo era de despreocupación.
Recogió el singularmente pesado cuchillo de cocina y empezó su práctica diaria de técnica de corte y habilidades de tallado. Ese pesado cuchillo de cocina se veía muy liviano cuando estaba en sus manos, haciéndolo parecer bastante inconcebible.