Las Cien Mil Montañas se extendían más allá del horizonte, una extensa llanura seguida de capas sobre capas de picos y montículos.
De repente, en medio de la cordillera montañosa, surgió un ruido ensordecedor. Un punto negro voló a lo lejos, y creciendo continuamente.
Era un halcón negro, inmenso. Las plumas de su cuerpo revoloteaban con la velocidad de un dios, sacudiéndose y alborotándose. Los ojos del halcón eran bastante penetrantes, y emitían escalofríos que llegaban directo al corazón.
Con un gañido del halcón que resplandecía a través de los más altos cielos, las Cien Mil Montañas resonaron con el agitar de las alas de los pájaros.
A las espaldas del halcón se encontraba sentada una doncella vestida como una guerrera. Los cabellos largos de la doncella estaban recogidos en una cola, haciéndola lucir simpática y sin adornos. Esta tenía unos rasgos finos, y delicados, se veía tímida y a la vez adorable.