Ah Lu se quedó aturdido mientras miraba fijamente el plato humeante de costillas agridulces de mandarina frente al gran perro negro. Había olvidado el muslo de pollo medio comido en su mano e incluso olvidó masticar la carne que aún tenía en su boca.
Las costillas agridulces olían delicioso. Eran mucho más aromáticas que la carne asada que hacia el anciano de Qingyangzhen que les enseño a cocinar. Con esa comparación, Ah Lu sintió que el muslo de pollo en su mano se había vuelto blando y sin sabor.
Ah Lu le dio una mirada al muslo de pollo en su mano y luego sonrió. Aun así se metió el muslo de pollo en la boca y lo tragó después de masticarlo un par de veces.
El gran perro negro estaba a punto de disfrutar sus costillas agridulces cuando de repente se estremeció por un momento. Levantó su cabeza y descubrió la mirada de Ah Lu. Su mirada estaba llena de envidia y deseo, siendo su objetivo las costillas agridulces.