El Inframundo.
En el profundo cañón que parecía haber sido abierto con una energía espada aterradora se erguía un palacio alto, feroz, magnífico y solemne.
Ese palacio tenía bordes y esquinas distintivas, con muchas astas de frío hierro alzándose hacia el cielo como espadas asesinas. Aquellas astas estaban entrelazadas con frías y pesadas cadenas de hierro.
Era el Palacio del Rey del Inframundo. Estaba ubicado en un rincón del Inframundo, en donde estaba tan aislado que se podían tejer golondrinas en la puerta.
Las enormes puertas de metal del gran salón fueron abiertas. Con el rechinar de las pesadas puertas la fría luz inundó lentamente el salón, iluminando puntos en el suelo como si fueran trozos rotos de oro.