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Parecía como si le hubiese caído un hechizo.
Nian Xiaomu se sentó en la silla y no se movió por un minuto completo.
Aparte de la oración anterior de Yu Yuehan de "a Zheng Yan le gustan las mujeres", sólo un zumbido, el cual vino después del shock, permaneció en sus oídos.
Ella se le quedó viendo a Yu Yuehan con los ojos abiertos y especuló que él estaba bromeando.
Las comisuras de su boca se torcieron cuando ella vio la mirada relajada en el rostro de él: —Yu Yuehan, no puedes hacer chistes de éste tipo. No creas que voy a creer en tus habladurías locas. ¡Créeme cuando te digo que voy a hacerle una llamada a Zheng Yan ahora para que ella pueda enfrentarte!
—¿Necesitas un teléfono móvil? Yo te lo puedo prestar. —cuando Yu Yuehan habló, él sacó el teléfono móvil de su bolsillo y lo colocó generosamente frente a ella.
Nian Xiaomu bajó su cabeza y lo miró.