Esa rara atmósfera continuó todo tiempo hasta que Qin Mo se paró.
Él levantó la mano para agarrar el abrigo y dijo de forma indiferente: —Ese chico está casi aquí. Me voy. Ustedes, chicos, diviértanse.
—Espera, vamos todos juntos.
Han Feng quería ver quién demonios era ese perdedor del joven jefe Fu. ¿Cómo podía alguien ganarse tal trato especial de Qin Mo?
Un montón de lindos chicos y chicas salieron del boliche al mismo tiempo y eso causó una escena. Mucha gente miraba allí.
Hacía frío afuera. Cuando más profundo era el invierno, más neblina había. Uno podía ver el vapor blanco cuando hablaba.
Han Feng y Jiang Zuo salieron juntos. Ellos miraron atrás con ese helado viento que los golpeaba.
—Susu, ustedes, chicas, deberían ir adentro. Nosotros podemos despedir al hermano Qin.
No había manera de que Han Susu volviera adentro. Ella tenía que ver a ese perdedor del joven jefe Fu y hacer que la pasara mal.