—Aguarda un segundo, tomaste demasiado, no puedes manejar así.
Han Feng estaba apurado por hacer que se quedara.
—¿Qué tal si te consigo un conductor?
Qin Mo se detuvo y miró a Han Feng. Él, por fin, estaba un poco más amigable.
—No hace falta, tengo a alguien.
—Está bien.
Han Feng estaba casi seguro de que había razones ocultas detrás de todo eso. Esa vez, él de verdad se tendió una trampa a sí mismo al jugar de Cupido.
—¿El secretario Liang? Tengo su número.
Qin Mo sacó el teléfono y marcó un número.
—No él, alguien más. Puedo ver si él se está comportando como él mismo también.
Han Feng pensó: Ese tono… sonó… difícil de describir, ¿quién era esa persona?
Qin Mo no iba a ocultar nada; él puso el altavoz.
Luego de algunos tonos de llamada.
Todos alrededor escucharon una voz frustrada, la cual tenía una textura única de juventud.