Gao Peng no sabía qué había pasado en las afueras. Tampoco sabía que su abuelo había aparecido afuera de la villa que había comprado.
A la mañana siguiente, se despertó y terminó de preparar el desayuno; el aroma de la sopa de alga inundaba la sala de estar. Da Zi se levantó entusiasmado por el familiar olor y la conocida receta. Se balanceó hasta la cocina, moviendo las antenas en el camino, mientras miraba con entusiasmo a su dueño.
Rayitas también olió el desayuno, saltó y saltó hasta el lugar de donde provenía, sólo para encontrarse con que Da Zi le bloqueaba el paso como un bravucón, con mirada feroz. Retrocedió con temor e intentó llorar en voz alta.