Gao Peng miró al viejo con preocupación, preocupado de que se desmayase por el llanto.
—Señor, cálmese.
Gao Peng llamó rápidamente a alguien para que trajera una caja de pastillas de alivio cardíaco instantáneo.
Los ancianos dieron vueltas alrededor de Tonto, queriendo acariciarlo, pero temiendo enfadar a la criatura esquelética. Eran como un grupo de niños viejos que habían visto un juguete que les gustaba.
Gao Peng estaba intrigado y no los interrumpió. Por otro lado, continuó creando sus propios monstruos.
El Camarón Gentil y el Carnicero Cangrejo de antes sólo habían sido intentos curiosos. El monstruo que Gao Peng quería hacer esta vez no era un monstruo ordinario.
Un simio de cuatro brazos de color carne en la habitación gruñó. Al balancearse, su cuerpo no podía ni siquiera mantenerse firme. Los músculos de sus brazos parecían tener innumerables ratoncitos en ellos, expandiéndose y encogiéndose continuamente.
¡Hubo un boom masivo!