—¿Esta es la Tierra de los Dioses Caídos? No parece que sea gran cosa.
Doradito miró a su alrededor, aburrido. El ambiente que lo rodeaba le resultaba extraño, pero al mismo tiempo, ligeramente aburrido.
De vez en cuando, aparte de los cazadoress de niebla roja que habían venido de los meteoritos que salían corriendo y luchaban en el aire, no podían ver ningún ser vivo. Después de una larga caminata, no había ni siquiera cadáveres, sólo desolada arena roja. Para evitar perderse, Gao Peng hizo que Tonto enterrara los huesos a intervalos para que el hueso pudiera guiarlos de vuelta.
A unas 250 millas delante de ellos, enormes objetos estaban levitando en el cielo; era increíble verlos. En un extremo, no estaba claro qué restos del monstruo estaban en el cielo, pero una luz de arco iris de color rojo brotaba de la herida como una cascada.
Gao Peng entrecerró los ojos.
—Esta es la cola de una Bashe, una enorme serpiente mitológica parecida a una pitón.
