—¿Un artefacto divino? —Doradito estaba sorprendido. —¡¿Gran Mar Gordo, el chico de campo, es así de adinerado?! —En un abrir y cerrar de ojos, Doradito se echó a reír y se apresuró a abrazar a Gran Mar Gordo.
Con su mano derecha frotaba sin parar la cabeza de Gran Mar Gordo, la cual era tan grande como la suya. Doradito recordó que los seres humanos suelen frotar la cabeza de sus familiares para expresar su cariño hacia ellos. Después de frotar por un rato, Doradito finalmente entendió por qué a Flamita le encantaba frotar su cabeza. Cuando Gran Mar Gordo se sentía cómodo, soltaba un pequeño gruñido.
—Gordo… He sido muy bueno contigo, ¿verdad…? —dijo Doradito, seriamente.
Gran Mar Gordo miró a Doradito y luego miró a otro lado.
—No demasiado. Alguna vez tuve como portero a un pato como tú.
Doradito se estaba divirtiendo, luego la sonrisa se congeló en su cara. Al mismo tiempo, detuvo lo que estaba haciendo.