—Señor Gao, ¿está libre hoy?
Gao Peng recibió una llamada de Liu Senlin justo al salir de la escuela.
—¿Qué necesita?
Gao Peng se detuvo.
—Me gustaría invitarle a almorzar. Tengo a unos cuantos amigos que vendrán también. Ojalá pueda honrarnos con su presencia para permitirme presentarlos —dijo Liu, con tono halagador.
Era difícil juzgarlo por hacer eso, después de todo, la supervivencia de su empresa estaba en gran parte en manos de ese jovencito. Gao Peng lo pensó por un momento: todavía tenía un poco de comida en el refrigerador, así que no debía preocuparse de que Tontín muriera de hambre.
—De acuerdo, estoy libre hoy. Ahí estaré.
Antes de que pudiera terminar, un sedán negro se detuvo delante de él. Se bajó una de las ventanillas y apareció Liu Senlin, con una gran sonrisa en el rostro.
—Disculpe por molestarlo.
