Al ver la profunda herida en el pecho de Doradito, Tontín se acercó rápidamente a la Bestia con Cuchillas de Acero Blanco. Se las arregló para vencerlo de un solo golpe, evitando que se lanzara a matarlo.
En el suelo, el pecho de Doradito subía y bajaba, inestable, y sus ojos miraban directamente al cielo. Sus fibras musculares rosadas comenzaron a retorcerse y girar entre sí, cerrando la herida de Doradito a una velocidad increíble.
—Lo que no me mata, solo me hace más fuerte —murmuró Doradito mientras se levantaba lentamente.
Ahora había una seriedad en sus ojos que Gao Peng nunca había visto allí antes.
—No eres débil, lo sabes —dijo Tontín, riendo entre dientes.
Le acarició ligeramente la herida.
—Si mi habilidad pasiva no hubiera sido activada de antemano, definitivamente no habría podido sobrevivir a ese ataque tuyo —continuó, acariciando su herida casi con amor, como si realmente estuviera acariciando la piel de un amante.