Gao Peng no llevó a Rayitas con él para evitar alertar a los militares de Yuzhou y causar un pánico. En su lugar, le pidió a Tontín que le hiciera compañía a Rayitas mientras descansaba. Gao Peng necesitaba discutir este desarrollo con su abuelo inmediatamente.
En cuanto a si Rayitas causaría más problemas si se lo dejaba solo, Gao Peng se sentiría tranquilo siempre y cuando no intimidara a las criaturas más pequeñas que lo rodeaban.
Rayitas asintió obedientemente. Sinceramente, todavía estaba un poco mareado.
El miedo a las alturas no era del todo raro, y relativamente fácil de superar. Un par de días en una tabla de vidrio suspendida a unos cientos de pies en el aire serviría.
A Rayitas le tomó un par de horas en acostumbrarse a su nuevo tamaño. Ahora podía mirar hacia abajo sin sentir náuseas, y se veía bastante satisfecho consigo mismo.
—Yo, Rayitas, ya no le temo a las alturas.
—¡Soy Rayitas el Valiente!