—Un Espíritu… Espíritu de la Montaña! —gritó con abyecto terror.
Gritar con todas sus fuerzas le ayudó un poco a aliviar la desesperación que tanto lo consumía. Había oído hablar de su existencia, pero nunca había visto alguno de cerca hasta ese momento. La mera presencia del Espíritu de la Montaña exudaba tal gravedad que, al mirarlo desde el pie de la montaña, le hacía sentirse nada más que una mota de polvo.
—¡Vamonos! —dijo el líder del escuadrón de caza de monstruos mientras arrastraba a uno de los miembros del escuadrón que estaba inmóvil.
Rápidamente, se subieron en el Familiar y se fueron volando.
Tal vez era por el miedo a las alturas, pero Rayitas se estaba moviendo anormalmente lento.
La tierra temblaba con cada paso que daba el Espíritu de la Montaña.