—¡Groselle!
Frunziar, que estaba más cerca del gigante, corrió hacia Groselle y lo sostuvo. Luego, lentamente soltó su agarre y se incorporó, como si acabara de experimentar un sueño confuso.
Siatas escapó de los brazos de Mobet, e ignorando el dolor en todo su cuerpo, corrió al lado de Groselle ayudándose con el viento.
Se inclinó y lo observó cuidadosamente por un momento. Luego, le dio un codazo al gigante y gritó histéricamente: —¡Despierta! ¡Despierta! ¡Es hora de que nos vayamos!
Su voz se suavizó poco a poco hasta el silencio.
Mobet se quedó a un lado, viendo al gigante incapaz de sostener su cuerpo mientras vacilaba. Finalmente, cayó al suelo con un ruido sordo.
Se quedó en silencio por unos segundos antes de exhalar.