Después de pensar por un momento, Klein, quien no tenía una respuesta para su duda, guardó el delgado cristal de sangre al no sentir ningún peligro emanar del mismo. Luego, se inclinó para inspeccionar la forma Diablo de Kircheis quien había perdido la mitad de su cabeza.
«Me pregunto si aún puedo usar esto para cobrar su recompensa, y si es así, cuánto podría obtener... No tengo idea de a quién del ejército puedo contactar desde aquí. ¿Le envío un telegrama a Oz Kent? Implicaría una serie de comunicaciones, que sumado al trabajo que tiene que hacer de forma remota, sería difícil saber si podrá terminar la transacción en tres o cuatro días. Partiré mañana... Además, no puedo olvidar el porcentaje correspondiente al intermediario.» Murmuró, caminó hacia un lado, recogió su sombre de media copa claramente chamuscado y se lo puso.
Luego, arrastró el pesado y enorme cadáver del Diablo y caminó hacia la puerta antes de extender la mano para abrirla.