Después de matar a Dios, el Emperador Divino Loto Negro, el anciano harapiento agitó su mano, recogiendo los tesoros que Loto Negro había dejado atrás. Destacó la cimitarra de cristal gigante en particular, la levantó y la miró de cerca.
—Eh, esta arma Eterna no es mala —murmuró.
Mientras era observado por todos los cultivadores, el anciano guardó la cimitarra.
—Es muy poderoso.
—Aplastó al Dios Emperador Divino Loto Negro como a un insecto.
—¿No escuchaste? Incluso desea matar a ese Señor Dao Siete Soberanos.