Los siete días se pasaron en un instante. Después de que Meng Hao concluyó su sermón fuera de la cabaña en la Isla Sagrada, los cultivadores de alrededor, las bestias, los pájaros, e incluso la vegetación y los peces parecían estar completamente absortos en el proceso de ser iluminados, a pesar de que ya había dejado de hablar.
Meng Hao se puso lentamente de pie y vio a todos los seres que lo rodeaban. Después de un momento de reflexión, murmuró: —Ya que estamos conectados por el destino, podría ayudarlos a todos de nuevo.
Agitó su mano derecha, causando que el qi Inmortal y la energía espiritual en el área se agitara. La cual luego se vertió en el suelo de la Isla Sagrada, nutriéndola y reforzándola para toda la eternidad.