Casi en el mismo momento en que las espadas color sangre comenzaron a moverse por el aire, la sangre que burbujeaba en las noventa y ocho fosas se redujo de repente, revelando a noventa y ocho cultivadores.
Todos eran ancianos, y todos irradiaban una luz color sangre que parecía estar llena de maldad. De repente, sus ojos se abrieron, y lo que se podía ver en ellos no era la claridad de los ojos normales, sino un brillo turbio y sangriento. Era como si ni siquiera estuviesen conscientes de sí mismos, como si se hubieran transformado en marionetas que simplemente seguían órdenes o actuaban por instinto.
Uno de esos viejos era Jian Daozi, que ya no se veía tan astuto e inteligente como antes. Sin embargo, tampoco parecía ser antiguo y decrépito como antes, sino que parecía relucir con el vigor de sus mejore momentos.
Todos comenzaron a respirar, y cuando exhalaron, el aire maligno a su alrededor pareció aumentar.