—¡Cállate! —rugió Hai Dongqing, pareciendo extremadamente irritado. Como cultivador del Eslabón, el hecho de que acabara convirtiéndose en seguidor de Cielo del Dao era en realidad un asunto muy doloroso para él. Pocas personas se atreverían a hablar del tema en su presencia, no a menos que hubiera una disputa sangrienta entre ellos. Ni siquiera otros miembros del Eslabón lo provocarían de esa manera.
Sólo Yuwen Jian osaría hacerlo. Ambos comenzaron en la Séptima Montaña y Mar, y tuvieron numerosos conflictos a lo largo de los años. Hacía mucho tiempo que habían llegado al punto en que ninguno de los dos podía tolerar que el otra estuviera vivo. Las venenosas palabras que acaba de pronunciar Yuwen Jian hicieron que Hai Dongqing diera un frío rugido y luego avanzara un paso. El movimiento de su mano causó instantáneamente que una espada ilusoria se disparara hacia adelante.