—¡Cómo te atreves, Menor!
—¡Oh, no me atrevo, Mayor!
Este extraño intercambio de palabras resonó en todas las direcciones...
En el aire había un anciano con una túnica carmesí, cuyo pelo era tan rojo como su ropa. No tenía escamas en la frente, ni cuernos. Sin embargo, según su aura, estaba claro que entre los poderosos expertos, era uno de los que podía superar a la voluntad del Cielo y la Tierra, y virtualmente estallar con el aura de un cultivador demoníaco.
¡Este era... El Patriarca del Reino del Dao de la Horda de Cultivadores Demoníacos!
Su llegada hizo que todos los cultivadores demoníacos cercanos temblaran interiormente. Era como si finalmente tuvieran alguien de quien depender, como si fueran niños que, después de ser intimidados, veían a sus padres aparecer de repente. En realidad, en términos de antigüedad, el Patriarca del Reino del Dao era realmente como su padre.