Tan pronto como Meng Hao hizo la pregunta, tanto la Abuela Nueve como Ling Yunzi sonrieron. En cuanto al Maestro Dios, simplemente estaba sentado en silencio con los ojos cerrados.
—Y yo que pensaba que te ibas a ir sin preguntar —dijo la mujer con una sonrisa.
Sin embargo, la persona que respondió no fue la Abuela Nueve, sino Ling Yunzi.
—Al principio —dijo—, ni siquiera nosotros éramos conscientes del desencadenante de la situación. Después de algunos chequeos, llegamos a descubrir que fue tu aura la que causó todo.
—¿Mi aura? —preguntó Meng Hao, abriendo los ojos. Descartó instantáneamente más de la mitad de sus especulaciones anteriores.