Jadeó, y una mirada de incredulidad cubrió su cara mientras observaba la estatua que llevaba a Meng Hao a la distancia. Era muy consciente de la diferencia entre que el joven consiguiera que el soldado lo protegiera y que lo llevara consigo. Eran dos cosas completamente diferentes.
Una requería responder pasivamente, ¡la otra requería tomar medidas!
—¡Él... Puede realmente controlar al Guardián del Dao del clan! —El Séptimo Patriarca estaba jadeando. Ahora que conocía toda la situación, su mente giró, y se olvidó completamente de cualquier miembro del clan que violase las reglas. Miró a Meng Hao con ojos brillantes, y no pudo evitar llenarse de la creciente noción de que el muchacho sería un futuro pilar del clan.