—Por supuesto, si ese es tu deseo —dijo Ling Yunzi con una sonrisa— ¿Por qué no lo piensas un poco? Una vez que llegues al Mundo de Nueve Dioses Marinos, puedes darme tu respuesta final —Agitó su manga, haciendo que un medallón de mando volase a Meng Hao.
—Cuando te hayas ocupado de tus asuntos, aplasta ese medallón. Te llevará al Mundo de Nueve Dioses Marinos —Con eso, Ling Yunzi se volteó y desapareció. Al mismo tiempo, el aire alrededor de Meng Hao se hizo añicos. Cuando las cosas volvieron a aclararse, él estaba de vuelta en el altar del Camino Antiguo.
Todos los demás competidores en la prueba de fuego estaban mirando a Meng Hao con expresiones de incredulidad.
En cuanto a todos en el mundo exterior, aunque no estaban seguros de los detalles de lo que había sucedido entre Meng Hao y las Tres Grandes Sociedades Daoístas, eso no significaba que estuvieran menos asombrados con respecto al ascenso de Meng Hao a la prominencia en la prueba de fuego.