Meng Hao se detuvo y miró inexpresivamente a una vaga ilusión que de repente apareció ante él. Vio a un hombre de mediana edad vestido con una larga túnica blanca, sentado con las piernas cruzadas frente al pozo.
La pared que rodeaba el hoyo estaba intacta, y se podía ver una simple cabaña adosada a ella, cuyos lados estaban cubiertos de enredaderas de vid.
El hombre de mediana edad parecía estar mirando perpetuamente el pozo, como si estuviera encerrado en un solo momento para toda la eternidad.
Era una visión simple, casi ordinaria, pero Meng Hao sintió un temblor. La voz en su oído penetró en su mente y resonó en su alma.
Pensó en muchas cosas, en mucha gente, en muchos objetos.