Este era su verdadero yo. Siempre que aparecía fuera de la secta, usaba clones. Ya fuese ese año en la Secta Confianza o antes en la Secta Tamiz Negro, todos fueron encarnaciones de clones.
Su verdadero yo dormía aquí eternamente. Desde el principio hasta ahora, nunca había salido de la cueva, ni siquiera medio pie, ni se había movido del estanque.
Mientras Meng Hao lo miraba, su cabeza se levantó lentamente y miró hacia atrás.
Su mirada era veterana, aparentemente llena de innumerables años de tiempo. Cualquiera que lo viera pensaría que estaba viendo al tiempo moverse en reversa. Era como si estuvieran mirando al pasado, a los tiempos antiguos y a las estrellas.
—Ya estoy consciente de tu elección —dijo, su voz ronca resonando en la cueva.
Una marchita y escuálida mano se levantó y se agitó suavemente por el aire. Sangre se elevó desde el interior del estanque, moviéndose junto con el gesto de su dedo para convertirse en un símbolo mágico.