—¿Qué condición? —dijo Zhixiang con la boca abierta. Cuando ella vio la mirada tímida en el rostro de Meng Hao, ella sonrió seductoramente, y sus ojos brillaron con luz encantadora.
—Eres un zorro —dijo ella riendo—, tan joven y ya eres un don juan —de pronto su expresión se volvió solemne—. Sin embargo, te advierto. Puedo hablar frívolamente, pero sé como mantener mi castidad. Hace mucho le he dado mi vida al Dao. Ni siquiera hablaré de amores ilícitos.
—Así que puedes dejar de lado esos pensamientos sucios, chico. No aceptaré.
Meng Hao miró a Zhixiang con la boca abierta y dijo: —¿De qué estás hablando?
—No trates de cubrirlo. ¿Realmente crees que no vi esa mirada en tus ojos? Pff. Me encontré en situaciones similares antes —dijo Zhixiang y pareció dudar un momento, rechinando los dientes continuó—. Bien, está bien. Como obviamente hay un destino entre nosotros, supongo que puedo prometer tomarte la mano. Sin embargo, eso es todo.