A pesar de que por dentro su mente estaba dando vueltas, su expresión no mostraba rastros de eso. Él simplemente miró a Zhixiang con una sonrisa enigmática.
Ella parpadeó. Considerando la expresión de Meng Hao, era imposible determinar lo que estaba pensando, ella sólo podía maldecir internamente su astucia.
—Bien, si no quieres decírmelo, olvídalo —continuó ella riendo—. Cambiemos de tema. Los dos tenemos un acuerdo, y tú me debes ayuda —una mirada pícara apareció en su rostro.
—De hecho —dijo Meng Hao con una risa casual—, la verdad es que no tenemos ningún acuerdo formal entre nosotros. Sin embargo, considerando que me ayudaste todos estos años, no me molesta devolver el favor. Puedo ayudarte un poco, pero con respecto a algo demasiado complicado, mis manos están atadas.