Meng Hao sintió como si la identidad que él había adquirido viniese con sus ventajas, pero también con mucha presión. Como pantalón de seda, él podía actuar virtualmente si escrúpulos. Sin embargo, esta era una Secta enorme, y las reglas de la Secta no podían ignorarse tan fácilmente.
—Es una pena que no haya encontrado al Patriarca Huyan… No podré seguir el rastro de ninguno de los otros tampoco. En ese caso, no hay necesidad de trabar demasiado para encontrarlos. Sólo me concentraré en adquirir legados mágicos Daoístas aquí —pensó Meng Hao.
Cuando entró a la Cueva del Inmortal, KeYunhai estaba sentado con las piernas cruzadas sobre la piedra. Él miró a Meng Hao y bufó fríamente.
—¿Sabes cuál fue tu error esta vez? —preguntó KeYunhai con un tono frío.
Meng Hao lo miró y no dijo nada.
—Tu error fue que no deberías haber matado abiertamente a otro discípulo —dijo KeYunhai lentamente.
Los ojos de Meng Hao brillaron.