Acto seguido, las gotas de sangre que los perseguían llegaron hasta su objetivo. Atravesaron al Cultivador y luego explotaron junto a su cuerpo.
Respecto al otro Cultivador, a pesar de la increíble velocidad con la que se movía, no pudo ser más rápido que la Lanza del Demonio. La Lanza silbó en el aire y luego se clavó en él. Instantánemente, una niebla negra lo envolvió. Emocionados, los rostros feroces dieron un salto y un grito aterrador llenó el aire. Cuando por fin se desvaneció, sólo quedaba un esqueleto.
Todo esto tarda bastante en describirse, pero, en realidad, desde que los tres hombres comenzaron a huir hasta el momento de su merte, sólo pasó el tiempo que se necesita para respirar unas diez veces.
Meng Hao dejó de lado la caña de pescar y se volvió hacia Huyan Qing.
Cuando la mirada de Meng Hao se posó sobre él, Huyan Qing cayó de espaldas, temblando. Se recostó rápidamente en la silla de manos.