Un estruendoso rugido se elevó cuando las habilidades divinas de ocho expertos del Alma Naciente descendieron sobre Meng Hao. Expresiones viciosas cubrían sus rostros, y su intensa intención de matar se irradiaba.
Todos y cada uno podían imaginar la escena en un momento cuando el débil cuerpo de Meng Hao se rompiera como porcelana, explotando en innumerables pedazos. Después de eso, la Tribulación Celestial se dispersaría, y esta farsa de una batalla habría terminado. La mirada de Meng Hao descendió desde los Cielos a los Cultivadores que se acercaban.
—Los Cielos no deben ofenderse. ¡No ser provocados! ¡No ser reemplazados! ¡Los Cielos están tratando de matarme! ¿Quién creen que son ustedes gente? ¿Qué los califica para tratar de reemplazar a los Cielos en un intento de exterminarme?