—¡Lord Quinto lo sabe!
—¡No lo sabes!
—¡Ah! ¡Bien! —graznó el loro, batiendo sus alas—. ¡Sabrán cuán poderoso es un antiguo pájaro celestial!
Los ojos del loro se habían vuelto verdes. ¡Su dignidad había sido cuestionada! De repente, una luz multicolor brotó de él, llenando toda la pequeña montaña en el espacio de una sola respiración.
Entonces, la luz regresó, como si hubiera recogido algo desde el interior de la montaña. La luz se concentró, transformándose en una pila de tierra negra del tamaño de un puño.
—¿Ves? —dijo el loro arrogantemente, su voz chillona—. El secreto de estas tierras de color negro se puede encontrar dentro de esta misma montaña. ¡Esto fue refinado por mí, Lord Quinto, personalmente!
A un lado, la jalea de carne miraba aturdida, completamente silenciosa, como si acabara de iluminarse. A pesar de su aparente repentina realización, sin embargo, rápidamente se volvió más curioso.
—¿Qué diablos es esto? —dijo.
